Bienvenidos a Cartas desde el pozo. Pronto se os acostumbrará la vista y confirmaréis que aquí las paredes rezuman agua insalubre y el suelo de cantos y guijarros entorpece el movimiento. Sin embargo, algunos hemos dado con un rincón donde sobrevivir. Allí sonreímos a la tragedia, labramos la ciénaga para cultivar comedias, y nos hemos conjurado para que el esperpento sea nuestra rutina. Seguidme y os conduciré hasta el lugar del que os hablo.

Todos arrojáis vuestros desperdicios al pozo: lo que os obsesiona, lo que no os atrevéis a mostrar, lo que no debería haceros reir pero inevitablemente os provoca carcajadas incontenibles... lo que os impide ser normales. Bajad y descubriréis que estáis descartando la mitad de vosotros mismos. Posiblemente, la mejor mitad.

El código del pozo

En Cartas desde el pozo sólo hay una regla: expresamos ideas, sensaciones y sentimientos por medio de palabras, pero evitamos la pedantería, la chabacanería o el exceso de afección.
Aquí caben todos los registros, pero no atormentes con tu tormento ni intentes hacer reír con esa broma que ahora triunfa en los bares. No buscamos eso.
Y a la derecha, Lo que cae al pozo, nuestra sección de objetos perdidos que merecen ser rescatados del olvido.

Si quieres publicar o sugerir objetos, escribe a
cartasdesdeelpozo@ya.com

lunes, 21 de abril de 2008

Cantos de collares, vidas y prendas

Canto primero

Nubló la verdad así declarada:
mi confesión sincera,
secreto revelado,
como la ley sagrada.

Te fuiste dudando si te quería,
sin leer en la última página
que mi vida ya no era muy mía,
siguió tu canto, sirena hipnótica,
y nunca jamás la devolverías.

Debí devorar tus collares bellos
Apetito inspirado
en la avidez eterna
de recorrer tu cuerpo.

Y así acecharías próxima siempre,
como loba ofendida al acecho
ante mi vientre, carroña latente,
al asalto estepario de venganza,
anhelando abrirme vivo y caliente.

Canto segundo

Anda, ven ahora a por ellos.
Que el océano son sólo mis lágrimas
y no habrá ojos que lloren cuando te vean.

Fondea con la primera marea.
Que los continentes son hielo a la deriva
llamados al encuentro por la fuerza del viento.

Ven ya, qué más esperas.
Que el futuro somos tú y yo
haciendo girar el mundo a la inversa
deteniendo la noche y el día con cada vuelta.

Anda y fíate de mis letras,
de mis silencios y de las ausencias
que el amor soy yo mismo expresado de esta manera.

Canto tercero

Dame mi vida,
que yo te daría aquellos collares

Mientras, aquí te sigo mirando
¿dónde está entonces mi recompensa?
Si no pienso en ti, siento el eco en mi cabeza
¿Qué es mi vida sin tu presencia?
¿Dónde está la prenda?
¿Qué hay pues de tu primavera?

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