La sombra de aquel apeadero
Es sólo más temprano que la noche
y sólo más fresco que el pleno agosto.
La luz sobre la ventanilla del vagón,
se desbanda entre coronas y anillos de polvo,
y aturde como un caleidoscopio multiplicado.
Al fin alivia la vista un haz precario de sombra,
un respiro clarividente a cobijo de aquel apeadero.
Alzo los ojos libres, desciendes y te veo pasar.
(Te quiero) cuando la marcha vuelve a dejarme ciego.
Que falta hará abrillantar ahora el cristal
o forzar la senda del sol a mi espalda
si por el escueto callejón de penumbra
tengo la breve instantanea que eternamente buscaba.
Ya puedo cerrar los ojos mientras el tren avanza.
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